noviembre 19, 2025

La Cumbre que no fue: antecedentes de la CMSI a veinte años de su celebración


Este año se cumplen 20 años de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI). Un gran conferencia que se convocó para diseñar la nueva sociedad digital. Es por eso que a esta reunión, realizada en dos fases –Ginebra 2003 y Túnez 2005–, se congregaron gobiernos, organismos internacionales, empresas y organizaciones de la sociedad civil. El objetivo fue debatir sobre los desafíos que planteaba la Sociedad de la Información y adónde deberían estar orientados los esfuerzos para su desarrollo. Pero los márgenes de este debate ya se venían delimitando, desde hacía años, en otros espacios.

Por Inés Binder y Santiago García Gago, Radios Libres. Créditos imagen: Yann Forget, vía Wikimedia Commons

A veinte años de aquel evento, nos parece conveniente hacer memoria de cómo y quién construyen los consensos sobre el modelo de desarrollo tecnológico. No exclusivamente como un ejercicio histórico, si no para estar pendientes de los designios de las tecnologías que están en pleno desarrollo en este momento.

Durante la década de 1990 hubo toda una serie de reuniones globales convocadas por la Organización Internacional del Comercio, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, la Comisión Europea, etc.1 En esos encuentros previos, y otros anteriores, fue donde realmente se estableció y acordó el modelo de desarrollo de Internet, no en la CMSI.

En 1973 el mundo fue sacudido por la Crisis del Petróleo, un aumento estrepitoso del precio del crudo que impactó en la mayoría de economías a nivel global. Había quedado en evidencia la dependencia de la industria a las energías fósiles. Ante esta crisis resultaba necesario explorar nuevas fuentes de riqueza en otros sectores. No es de extrañar que en 1975, un par de años después de esta crisis, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) hablara por primera vez de la Sociedad de la Información como la evolución de la sociedad industrial y una alternativa para el crecimiento económico.2 Esta sociedad posindustrial veía en la tecnología “una puerta de salida para el colapso económico y, al mismo tiempo, la llave que democratizaría la sociedad”.3

Se fue consolidando la idea de que las tecnologías permitirían construir un próspero futuro económico. Próspero, evidentemente, para las empresas del sector, porque se sobreentendía que ellas serían las responsables de impulsar y desarrollar la nueva sociedad digital sin intervención de los Estados o la sociedad civil. Las bases de este modelo posindustrial comenzaron a establecerse sin una perspectiva de derechos, priorizando, de nuevo, los intereses del mercado. Así lo aconsejaba en 1994 el informe presentado al Consejo Europeo por el grupo de alto nivel sobre la Sociedad de la Información –conocido como el Grupo Bangemann por el apellido de su principal redactor– titulado Europa y la Sociedad Mundial de la Información:

En este sector la inversión privada será la fuerza principal. (…) El mercado conducirá y decidirá los ganadores y los perdedores. (…) La primera tarea de los gobiernos es salvaguardar las fuerzas competitivas y garantizar una política fuerte y duradera a la Sociedad de la Información. (…) El Grupo considera que la creación de la Sociedad de la Información en Europa debería confiarse al sector privado y a las fuerzas del mercado.4

Este informe refleja claramente el abordaje con el que se comenzó a imaginar la expansión del “futuro digital”. No es de extrañar que se adoptara esta mirada ya que el grupo de alto nivel estuvo integrado, además de por algunos políticos, por los presidentes de las principales corporaciones tecnológicas y de comunicación, y proveedores de telecomunicaciones e informática: IBM, Olivetti, Telefónica, Siemens, Canal +, T-Mobile o Philips. De más está decir que los 20 integrantes eran todos hombres.

Ciertamente, dos años después, en 1996, el Parlamento Europeo reconocía que el informe Bangemann presentaba graves deficiencias en relación a “los contenidos; esto es, sobre los programas que habrán de circular y sobre la protección, que se ha de garantizar, de los aspectos culturales y lingüísticos”.5 A pesar de ello, no cuestionaba lo sustancial de las recomendaciones del Grupo Bangemann. Es más, lo reforzaba: “las normas que obstaculicen el mercado deben suprimirse a nivel mundial”.6 Y aunque en este informe de 1996 se insiste en terminar con los monopolios para dar paso a nuevos actores, se referían a incorporar más empresas privadas que aumentaran la competitividad en el sector. En ningún momento se contempló un papel más activo de los Estados, relegados a eliminar las restricciones legislativas para favorecer el desarrollo comercial del sector, o de la sociedad civil, considerada como una simple consumidora y usuaria de las tecnologías.

En 1994, al mismo tiempo que Bangemann y su grupo establecían los principios liberales sobre los que cimentar la Sociedad de la Información europea, al otro lado del océano, se consolidaba esta tendencia de desarrollar Internet y las TIC en un entorno totalmente privado y cerrado. El vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, anunció en Buenos Aires la creación de una infraestructura global basada en “autopistas de la información» donde la “privatización, competencia y liberalización permanecen como piedra angular de nuestra política”.7

Y para asegurarlo, en 1996, bajo el mandato de Bill Clinton, Estados Unidos sancionó su Ley de Telecomunicaciones. Amparados en el principio de la “libre competencia” se eliminó cualquier restricción en la propiedad de medios –y de proveedores de servicios de telecomunicaciones– fomentando la conformación de grandes conglomerados mediáticos al permitir la propiedad cruzada.8 Esta legislación profundizó la orientación mercantil opuesta a los principios de la cultura hacker que primaban entre los desarrolladores de Internet.

Tras estos movimientos, cuando en 1998 la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) le solicitó a Naciones Unidas organizar una cumbre mundial para establecer las bases y principios del futuro digital, sus lineamientos generales ya estaban bien definidos. El sector privado de las telecomunicaciones se había garantizado un papel preponderante y un escenario óptimo para defender sus intereses. Además, consiguió instalar la idea de que los debates por la Sociedad de la Información eran exclusivamente desafíos técnicos y no una discusión en materia de derechos humanos. Tanto es así, que la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI) fue organizada por la UIT y no por la Unesco, única organización del sistema de Naciones Unidas con mandato sobre la comunicación.9

La Cumbre se convocó oficialmente en 2001. La novedad principal de la CMSI fue este enfoque intersectorial –en inglés se llamó “multistakeholder” o de múltiples partes interesadas– con una estructura bastante compleja que incluía la organización de encuentros preparatorios y reuniones regionales desde mayo de 2002. También participó la sociedad civil para legitimar el diálogo, aunque fuera “condenada a jugar un rol observador” y no se aceptó ninguna de sus propuestas.10

Se obviaron los aspectos más sociales de la comunicación y la UIT se encargó de que el encuentro se enfocara en encontrar soluciones para reducir la brecha digital. Parecía que el establecimiento de la Sociedad de la Información pasaba exclusivamente por conectar a Internet a cada habitante de este planeta y que, por supuesto, este trabajo lo realizaran empresas privadas: “en este contexto, el concepto de «Sociedad de la Información», como construcción política e ideológica, se ha desarrollado de la mano de la globalización neoliberal, cuya principal meta ha sido acelerar la instauración de un mercado mundial abierto y «autorregulado»”.11

En la Cumbre solamente se ratificó la configuración de una Sociedad de la Información proclive a los monopolios tecnológicos y a la concentración de los medios de producción de la información y la comunicación cuyas consecuencias estamos sufriendo en estos tiempos.

Este artículo es parte del libro “Politizar la tecnología: radios comunitarias y derecho a la comunicación en los territorios digitales”, escrito por Inés Binder y Santiago García Gago: https://radioslibres.net/politizar-la-tecnologia/

1Binder, I. (2019). Sociedad civil y agenda de género en la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información: una revisión bibliográfica. Teknokultura. Revista De Cultura Digital Y Movimientos Sociales, 16(1), 127-142. https://doi.org/10.5209/TEKN.63277

2Los nexos entre tecnología y desarrollo ya fueron argumentados por Schumpeter en 1939: “ los ciclos de crecimiento económico de largo recorrido están impulsados por cambios en el paradigma sociotécnico”. Ruiz-Cabrera, S. (2018). La guerra digital por la información en África: capitalismo internacional de la mano de Google, Facebook, IBM y Microsoft. Comillas Journal of International Relations, (13), 78-92.

3Mastrini, G., y de Charras, D. (2005). 20 años no es nada: del Nomic a la CMSI. Anuario ININCO – Investigaciones de la Comunicación, n. 17, junio, p. 225. Ver también Rojo Villada, P. (2004). Las nuevas tecnologías y la Sociedad de la Información como estrategia geopolítica de los países desarrollados. Razón y palabra, n. 38.

4Bangemann Group (1994). Europe and the global information society. Recommendations of the high-level group on the information society to the Corfu European Council, p.13. http://aei.pitt.edu/1199/1/info_society_bangeman_report.pdf

5Conclusiones así eran de esperar al conformar una comisión sin atender a criterios que favorezcan la diversidad. Exclusivamente participaron políticos y empresarios. Todos hombres, ricos y del Norte global. Aquí está el informe del Parlamento de 1996 refiriéndose al trabajo del Grupo Bangemann. http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+REPORT+A4-1996-0244+0+DOC+XML+V0//ES

6Ibid.

7Tremblay (2002) en Mastrini, G., y de Charras, D. (2005). Op. Cit. p. 226.

8Permite que las compañías de comunicación compren medios de otro sector. Por ejemplo, que un canal de televisión compre una radio o un periódico adquiera una red de televisión por cable. Este tipo de prácticas aumentan la concentración mediática.

9La UIT nació en 1865 conformada por 20 países bajo el nombre de Unión Telegráfica Internacional. En 1932, adoptó su actual nombre de Unión Internacional de Telecomunicaciones. Y en 1947, pasaría a convertirse en parte de las Naciones Unidas. Pero, «es hoy por hoy la organización del sistema de Naciones Unidas más exitosamente semiprivatizada. Siemens, Motorola, Bell, Nec, Alcatel, Ericsson y AT&T forman parte de su principal y cuasi deliberante órgano consultivo desde 1.992”. Pasquali, A. (2002). Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información: Dos precauciones a tomar. Ponencia presentada en la apertura del encuentro latinoamericano:¿Y por qué no una sociedad de la comunicación?, Quito, 10-12 de junio 2002. http://www.imaginar.org/sites/apc/index_archivos/alai/show_text.php3-key=1012.htm

10Alain Modoux, ex asistente del director general de la medios de comunicación (2003) en Las políticas de infocomunicación ante la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI), Martín Becerra, Quaderns del CAC núm. 21, enero-abril 2005, p.132.

11Burch, S. (2005). Sociedad de la Información / Sociedad del conocimiento. Palabras en juego: Enfoques Multiculturales sobre las Sociedades de la Información. C & F Éditions, p. 24.

Esta nota forma parte de la Revista digital Internet Ciudadana N° 14 – Julio 2025 – «CMSI+20: ¿Comunicación en manos del Big Tech o de los pueblos?«



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